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viernes, 19 de julio de 2013

La Mujer Mochica ¿Víctima de la idolatría o Partícipe de ella?

 
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Para los Mochicas la muerte no habría sido considerada como el fin de la vida, sino más bien como el paso de un estado a otro, y por lo tanto, los roles y las funciones desempeñadas en vida debían de extenderse más allá de la muerte (Hocquenghem 1987).

Esta inferencia encuentra sustento en el hecho quelos artefactos encontrados en sus tumbas nos han dejado entrever un aspecto antes insospechado de la ideología Mochica: existió una estrecha relación entre algunos individuos y los roles e identidades que se les atribuían en la muerte. Si para los hombres y mujeres del pueblo estas atribuciones eran simplemente una extensión de las labores que habían realizado en vida, para los miembros de la elite enterrados en las grandes tumbas de cámara las atribuciones los acercaban a los dioses, héroes y gobernantes que pueblan la iconografía representada en piezas de cerámica, metales, textiles y en las pinturas murales.

Primero fue el Señor de Sipán, que fue asociado con un personaje sobrenatural masculino, ataviado como guerrero, que preside la Ceremonia del Sacrificio, donde recibe una copa con la sangre obtenida de prisioneros vencidos en batallas rituales (Alva y Donnan 1993). Luego siguieron las mujeres encontradas en las tumbas de cámara en San José de Moro, que fueron asociadas con las Sacerdotisas míticas, que aparecen en la representación iconográfica de la Ceremonia del Sacrificio presentando una copa. 

Posteriormente otros investigadores han planteado asociaciones del mismo tipo para otras tumbas mochicas excepcionales (Arsenault 1993; CordyCollins 2001; Mogrovejo 1995; Uceda 2004a, 2004b), reconociendo a personajes menores de la Ceremonia del Sacrificio, a decapitadores, sacerdotes y oficiantes de diversos tipos. Incluso, un conjunto de cadáveres encontrados en la Plaza 3 de la Huaca de la Luna ha sido asociado con víctimas de rituales de sacrificios humanos que aparecen en el arte Mochica (Bourget 2006). Asociaciones entre individuos de la elite y personajes de los sistemas rituales han comenzado a aparecer incluso fuera del ámbito de la cultura Mochica (Polia 2001), por lo que, súbitamente, la arqueología precolombina se ha comenzado a poblar de personajes y de roles rituales.
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¿El calor del clima es la causa principal del color negro?

 
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 Luis  Urteaga  es  Profesor  Titular  de  Geografía  Humana  en  la  Universidad  de  Barcelona. Especialista  en geografía histórica, ha dedicado una parte de sus investigaciones a la historia de las
ideas ambientales. Sobre este tema ha publicado diversos artículos, y el libro  La tierra esquilmada.

Las ideas sobre la conservación de la naturaleza en la cultura española del siglo XVIII  (Barcelona, Ediciones del Serbal/CSIC, 1987). Miembro de  la  Sociedad  Española  de  Historia  de  las Ciencias,  ha  dictado  conferencias  e  impartido  cursos  en  la Universidades de Buenos Aires, Lisboa y Copenhage. Ha sido "Visiting Fellow" en el Instituto Universitario Europeo (Florencia) y en York University (Toronto). En la actualidad trabaja sobre historia de la cartografía y
sobre la geografía histórica de los recursos naturales.

 Desde la cultura griega el problema de la relación del hombre con el entorno físico-natural, y  del  posible  influjo  del  ambiente  en  la  sociedad  humana,  venía  siendo  objeto  de  muy diversas  especulaciones.  Médicos  fieles  a  la  tradición  hipocrática,  eruditos    y  viajeros curiosos formularon ingeniosas teorías sobre la influencia del suelo, de la topografía o del clima sobre la salud de los hombres, sobre su tipo físico, o sobre el carácter moral de los pueblos.  Sin  embargo,  durante  siglos  estas  doctrinas  arrastraron  una  existencia  discreta, fructificando  sólo  intermitentemente  en  obras  de  vasta  erudición  como  la  Apologética Historia Sumaria  del padre Las Casas (Capel, 1992), o la gran síntesis renacentista de Jean Bodin, Methodus ad facilem historiarum cognitionem (1566).

Por ello, encontrar la convicciones ambientalistas revitalizadas y vigorosamente formuladas en  dos  obras  tan  destacadas  de  la  cultura  ilustrada  como  De  l`Esprit  des  Lois  (1748)  de Montesquieu y la Histoire Naturelle (1749) de Buffon puede resultar sorprendente. ¿Se trata acaso  de  referencias  ocasionales,  de  vagos  ecos  del  pasado  que  perviven  en  medio  del esfuerzo racionalizador de la Ilustración?

En absoluto. Montesquieu encontró en la naturaleza del clima y del suelo una de las causas más poderosas de la diferenciación cultural y política del género humano, y las referencias directas  al  clima  y  al  medio  geográfico  son  uno  de  sus  pensamientos  conductores  para demostrar el contraste de las leyes e instituciones. A ello dedicó explícitamente numerosas páginas del  Espíritu de las Leyes, su obra más conocida e influyente, y una de las piezas claves de la teoría política del setecientos.
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